lunes, 7 de marzo de 2016

17º Entrada: Sin Nombre (Novela) Capitulo 5

¡Hola a todos! Quiero recordaros, antes que nada, que el viernes subí el ultimo capitulo de "Los hombres de las rosas rojas", que parece que muchos no lo habeís visto. Por otro lado, comentaros que a este proyecto, le quedan dos capítulos más para terminar de subir lo que tengo y que agradecería con todo mi corazón que me dijerais si queréis que lo continué o si preferís que suba otra novela (Ya pondré una encuesta por aquí). Bueno, al rollo, aquí tenéis el anterior capitulo, por si quereís leer todos los demás: http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/02/14-entrada-sin-nombre-novela-capitulo-4.html
Espero que os guste esta nueva entrega.
La verdad es que ando un poco decaído con el tema del blog, pero bueno, serán rachas. No veo que esté teniendo mucha voz. También me esperaba algo así cuando pensé en subir estas cosas... Pero bueno, mejor os dejo ya con el capitulo (quien lo vaya a leer claro).
5
Pasaron dos días en los que lo único que hacía era atender a un par de consultas y tirarse en la cama todavía sorprendido de lo que había hecho. Ni si quiera sabía quién era esa chica pero pareció que le gustó su visita. Intentó reconstruir, algún esquema cognitivo que le brindara un puente entre lo que había pensado en  la cocina en ese momento y el arrebato de éxtasis que había tenido cuando vio el cuerpo de la chica que ni si quiera sabía su nombre. Esas voces casuales que solían decirle que se debía casar, se acallaron. Empezó a marcar como spam los emails de sus padres sobre solicitudes de noviazgo.  Ya le parecía absurdo todo eso. Ponerte a hablar con una persona por una red social para luego casarte, tirártela cuando tengas un apartamento familiar y seguir con tu vida mientras ves como dentro de los hijos que tú mismo ayudaste a crear, instalan mogollón de sistemas de educación con el fin de volverles eficientes. Todo era insulso.
Cuando no tenía nada más en lo que pensar, empezaba a pensar en la mujer. Le sonaba de algo, pero no sabía de qué. Nunca había ido a las reuniones de vecinos, siempre le había parecido una cosa de viejos y cotillas con el fin de poner algo de color en sus grises vidas. Así que la tenía que conocer de algo, pero no sabía de qué. Otra cosa que le venía a la cabeza, repentinamente, era que no se había usado ninguna medida para que no se quedará preñada. Esa idea empezó a meterse en su apartamento mental como si la estuvieran okupando. La mujer, podría querer estar embarazada para que luego pedir las cuentas a Robert. La mujer, podría incluso ser una madrona y vender lo que estaba incubando dentro suyo. Podría incluso, denunciarle por violación (aunque no fuera real, pero el hecho de que estuviera embarazada le daba una prueba bastante significativa de que se habían acostado si se hacia el análisis de ADN). Perdió muchas horas tumbado en la cama, sudando a horrores mientras daba vueltas y vueltas en su cabeza a este hecho. Estaba profundamente angustiado, hasta tal punto que decidió no hablarlo con absolutamente con nadie, simplemente, presa del pánico de que alguien conociera a la mujer y esta se pudiera en contacto con él.
Cuando terminaban sus ataques de excitación, se relajaba fumándose un cigarro y mirando si había alguna actualización en el sistema cognitivo para su profesión. Pero, era incapaz de ver si quiera algún anuncio o página que estuviera un poco subida de tono. La simple idea de hacerlo le hacía volver a echar aguas por toda su piel, inmerso en el terror.
Pensó que estaba sintiendo un trastorno paranoico pasajero. Aunque nunca había sido tan potente como esta (aunque él no podía ser objetivo). Esperó a que le llegaran al sistema ARV, para que dejara de tener esos pensamientos tan negativos. Sabía que si la AEP le pillaría con esa clase de “problemas” (como lo llamarían ellos) en su sistema emocional, le podrían dar de baja, o incluso, quitarle la licencia por vida- aparte de un programa regulador dentro de su sistema operativo mental-.
De todas formas, tuvo la suerte de que, antes de que toda esa idea delirante, que no le dejaba descansar tranquilo, aflorará completamente en su cerebro viniera el sistema ARV que pidió junto a un pack de cervezas que venían aparte. Abrió una de las latas mientras abría la caja de la consola y observó su interior. Dentro de un mar de corchos blancos, encontró un sistema de ARV nuevo pero que no era  el que había pedido por Internet. El casco, una cobertura de metal roja que era más grande que una media esfera, que llegaba hasta debajo de la nariz y empezaba en el cerebelo, tenía una barra dorada que surcaba toda la cáscara en horizontal. En ella, se veían impresas las palabras ARV System Premium, en una letra cursiva creada por hendiduras en la chapa. Se habían equivocado a la hora de empaquetar, porque en la factura ponía que era un sistema estándar. Esbozó una leve sonrisa, porque nunca se podría haber permitido esa clase de sistema ARV, el cual le brindaba la disponibilidad de entrar en áreas que todavía estaban en sistemas de beta durante, al menos los siguientes tres años. Decidió entonces, no reclamar. Se terminó la cerveza de un simple pero largo trago y se fue a conectar el sistema a su computadora. Conectó el sistema al puerto de conexiones externas y lo enchufó a su sistema mental por la clavija que tenía justo debajo del cerebelo. Tras los cincos minutos de configuración de software e instalación de drivers  tanto en el sistema operativo físico (el PC) como en el mental, Robert fue capaz de navegar en la red superior.
El tedio se desvaneció en la cabeza del hombre nada más conectarse con el servidor. Se olvidó por completo de todos sus problemas y de todas las cosas que le habían pasado a lo largo de la semana. La imagen de la mujer y su horroroso e incierto futuro se alejaron  de su cámara mental con una niebla gris y la ocupó la imagen de una ventana de virtual en la que debía meter la dirección en el buscador. Robert, ordenó, lanzando un imperativo mental a  su sistema de que le llevará a los Jardines Colgantes, un lugar que siempre le relajaba y que podría hacer una sesión privada para que estuviera solo sintiendo ese frescor y libertad virtual que le otorgaba el sistema de realidad virtual. Sin embargo, el sistema no le envió a la página indexada del marco servidor. En su lugar le llevó a una página totalmente vacía. El sentimiento de vaciedad era tan fuerte que Robert se sintió como si estuviera solo en la existencia. Mirase a donde mirase, el sistema ARV solo codificaba un simple color blanco que no suscitaba nada al psicólogo. “Será que la página no es compatible con la descodificación estándar del sistema ARV” pensó. Abrió la página de accesos rápi5dos y mando descodificar la página en un sistema de logaritmos más primitivos de una lista de opciones. Y cuando lo hizo, vio que estaba en un lugar que no eran los Jardines Colgantes. Ni si quiera había estado nunca en esa página. Y cuando observo aquella información que se colgaba en una pared virtual, llena de nombres de personas que aparecían en los ciberdiarios, y sobre eventos famosos a escala mundial, se quedó asombrado.
Salió al buscador general, pero ya era tarde, el sistema de lectura rápida que le brindaba su nuevo sistema ARV le había ayudado a almacenar la información de una manera increíblemente rápida. Cerró sesión y se desconectó, totalmente, del sistema. Sabía que lo acababa de ver era completamente ilegal, y que le iban a buscar. Su mente procesó las cosas tan rápido que sabía que había estado en una página del Gobierno. Había codificado una información valiosa y peligrosa para él. No sabía cómo salir de esta, si es que había alguna manera de solucionarlo, ya que borrar la información una vez  insertada en el sistema mental, era prácticamente imposible para la tecnología que se disponía.
El ordenador pitó avisándolo que había una reunión sobre un problema que había en el sistema del edificio de cable ARV.
            Robert pensó en que debería ir.

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