viernes, 11 de marzo de 2016

18º Entrada: Los hombres de las rosas rojas. Capitulo 5 (novela)

Bueno chicos, a este proyecto le quedan este y otro capitulo más. Los tengo escritos a mano los demás. Si quereís los puedo ir subiendo (con el debido tiempo). Aquí teneís el anterior capitulo, como siempre: http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/03/16-entrada-los-hombres-de-las-rosas.html
Un saludo y espero que os guste. Muchas gracias por vuestro tiempo y vuestra atención.
PD: Voy a modificar la encuesta. Atentos a los que queraís participar. Si estaís en el movil no saldrá a no ser que le deis: "Ver versión de ordenador" o como se llame.
V
Amanda no había salido esta vez. Solo un supermercado. Un supermercado de carretera, normal y corriente. Todo estaba tan difuminaba que pensaba que estaba borracho. Las personas que había dentro hablaban pero Ray no entendía lo que decían, puesto que las voces parecían leves susurros de lenguas desconocidas. Solo pudo recordar algo lo cual le llevó al recuerdo de su amada de nuevo: en un periódico aparecía, en la portada misma, la noticia que estaban comentado en sus últimos momentos juntos. Todo lo demás lo veía en un espejo cóncavo y distorsionado. Distinguió el ruido del cajero y el tintineo de los centavos al chocar pero nada más. Luego el cerrar de una puerta.
Finalmente, un ruido, el cual le recordó al maniaco de la Winchester, le despertó de su extraño sueño. Abrió los ojos, un hombre barbudo y con melena le estaba apuntando a Ray con la escopeta. Se sobresaltó:
-Largo de aquí- dijo. Llevaba un chaleco de motero y apestaba a sudor y a whisky.
-¿Por qué?- gruñó Ray poniéndose a la defensiva.
-Esto es mío.
Ray estaba seguro que eso no era cierto y, esa incertidumbre, hizo que le diera una patada a la culata de la escopeta. El hombre, reaccionó al golpe disparando y abrió un boquete en la madera justo arriba de la cabeza de Ray.
Se levantó, cuando la vida está en peligro el cuerpo de Ray reaccionaba tan rápido como si no estuviera pasando nada. Con un fugaz movimiento de brazos, logró ponerle la boca de la escopeta en su barbilla:
-¿Conoces a Clame?- Ray estaba tan cerca de su boca que notó como el aliento del desconocido apestaba a alcohol, no contestaba e insistió-  ¿¡Lo conoces!? ¡Contéstame o te vuelo la cabeza!
-Sí, si le conozco…
-Llévame a donde él.
-Pero…
-¡Que me lleves a donde él o pinto la caravana de sesos!
Se montaron en la chopper, Ray se sorprendió al verla al verla detrás de la caravana. Seguramente Clare la uso para llevarle hasta allí. Mientras estaban en la moto, Ray, que se encontraba detrás, seguía apuntándole con el arma con una mano:
-¿En serio?- comentó nada más darse cuenta de cómo se encontraba su pasajero- ¿Es que te importa una mierda que a cuenta de que me mates te estrelles?
-Sí.
No tardaron mucho en llegar. El local estaría alrededor de veinte kilómetros. Se trataba de un taller mecánico donde también había un bar. En su fachada se encontraba el apellido “Clame” en letras rojas y grandes. No había ningún vehículo en el aparcamiento ni en el taller, que se encontraba cerrado. Ray supuso que el taller era una tapadera para, vete a saber tú que negocios. Sintió el escalofrió al imaginarse como le habían asignado a Fred el homicidio de Amanda y el suyo. Sin embargo, el ver que no había ni Dios en los alrededores le deprimió. Supuso que todavía no se iba a encontrar allí (el Sol ya se posaba en el horizonte anaranjado del desierto).
Ray comprendió que quedarse allí sería un suicidio: en este lugar Clame estaría rodeado de sus amigos y mandados y, seguramente, lo defendieron a muerte. Se le bajo un poco el malhumor. Se sintió infantil por no haber pensado en la tontería que hubiera hecho yendo allí. Podría haber muerto en vano:
-Bueno, no hay nadie- rompió el silencio el hombre desconocido.
Por ese comentario, reparó en él. Ray pensó que ya que estaba allí, por lo menos, algo podría hacer. Puso la escopeta en alto y le apuntó:
-Joder… ¿Y ahora qué coño quieres?- dijo con un tono totalmente normal, como si estuviera relajado.
-Vas a dejarle un mensaje a Clame.
-Bien, dispara.
Y así lo hizo.
Desgraciadamente para Ray, se puso demasiado cerca y se empapó de sangre y sesos toda su cara. Tampoco se enteró de que estaba tan manchado de tantas vísceras. El insomnio de Ray actuaba como aislante entre él y el resto del mundo. Ese aislante era tan potente que hizo que no tuviera reparos en registrar el cuerpo del recién asesinado hombre. Se encontró con una navaja automática, un llavero con diferentes llaves y una petaca (que debido al olor la identifico como whisky).
Cogió, además, la sangre del suelo y se manchó la mano. Se acercó a la pared y escribió al lado de la palabra “Clame”; “You are better dead”.
Abrió la navaja, se agarró un mechón de pelo, lo cortó y lo tiro encima del cuerpo.
Pronto, la noche iba a caer y Ray temía que Clame y sus amigos volvieran al local a tomar algo. Tenía que irse ya. Se puso la escopeta entre la chupa y la camisa de tirantes, lo cual aguantaba a duras penas.
En pocos segundos, tras ponerse el casco, el marcador de la moto marcaba los ciento ochenta kilómetros a la hora. El edificio, junto al sol,  se hacía cada vez más y más pequeños. De pronto Ray, oyó un estruendo desde el lugar que estaba abandonando. Se sorprendió tanto que tuvo la suerte de no caerse de la moto del susto. Sin embargo, el temor creció en Ray cuando observó que había motos acercándose a su posición. Así que, aceleró como nunca había hecho. Su cuerpo volvió a estar tenso y la jaqueca de no dormir se apoderaba de su atormentada cabeza. En Ray, floreció la flor primitiva de la supervivencia. Esa flor estaba siendo alimentada por aquella rojiza rosa que tanto ocupaba en su mente.
Corrió como jamás había corrido en su vida.  Se dio cuenta de lo irónico que era que él se saltara las leyes de tráfico… Las veces que de novato había escrito recetas por exceso de velocidad. Su cuerpo estaba duro. Parecía una estatua esculpida en roca color carne.
Pasó de largo de la caravana sin darse cuenta. Estuvo como una media hora situándose para encontrar de nuevo el camino de su refugio. Paró la chopper y empezó a buscar detrás de los dunas y por el horizonte de aquel enorme desierto:
-Ray, esta hay la caravana- oyó la voz de Clare en la lejanía, la voz resonó en su mente.
Alla, donde el sol se escondía entre las lejanas montañas de arena, distinguió una mancha. No sabía por qué, pero sabía que Clare y la caravana le estaba esperando en ese punto oscuro del oeste.
Se subió a la moto y fue hacia allí. Poco a poco, su cuerpo empezó a cambiar de material y se volvió carne humana. La voz de Clare disolvía la rabia y el nerviosismo de Ray. No es que se había enamorado de ella, ni más lejos si no que traía siempre recuerdos. Recuerdos de cuando era un niño inocente, en los que lo único que preocupaba era donde estaba la pelota con la que estaba jugando. Sin embargo, la primera impresión de Clare, en la que le curo las heridas y le ofreció cobijo, era muy buena. Le parecía una persona completamente moral. Tenía ganas de conocerla mejor, aunque tenía la sensación de que le conocía de sobra.
Llego en poco tiempo. Cuando bajo del vehículo, empezó a dolerle la espalda de nuevo.
La tensión le había abierto los puntos de sutura improvisados que le había hecho la mujer.
Cuando empezó a poner los pies sobre la arena y Clare le vio con más claridad, fue corriendo hacia él.
-¿¡Qué te ha pasado!?- emitió ese mensaje como si fuera un grito de angustia.
Llego y le toco suavemente la cara y la preocupación se desdibujo del rostro de ella. En los verdes ojos de Clare se podía  observar como una flor rojiza crecía, débil y apagada.
-Esta sangre no es tuya…
-No- confesó Ray avergonzado, apartando la mirada hacia el suelo.
-¿Qué ha pasado? Quiero que me lo cuentes.
-He matado a un motorista.
-¿¡Por qué lo has hecho!?
-Porque era amigo de Clame.
-La ira no es un buen pastor. Te lleva por el camino incorrecto.
-No me hables como si fueses un cura, Clare.
-No Ray… te salve de que te consumieran las llamas para protegerte y para volver a ponerte en el buen camino…
- Clare, corta el rollo ¿Vale? Creo que no eres nadie para decirme que debo hacer y que no, además, ¡Tengo que matar a Clame!
Las lágrimas brotaron por la cara de Clare y, entonces fue ella la que miro al suelo sin saber que decir:
-Hay un acuífero a unos pasos de aquí. Vete a lavarte.
- Clare…
-Déjame en paz. Me voy a la caravana. Tienes la compra encima de la mesa. Buenas noches.
Ray se sintió descorazonado. Esa tranquilidad y felicidad que le daba Clare se estaba escondiendo como el sol en ese preciso instante.

Se fue a la laguna a limpiarse y aunque, el agua era limpia se seguía sintiendo sucio. ¿Acaso Clare le había despertado la moral al acabado y destrozado cuerpo del expolicia?

lunes, 7 de marzo de 2016

17º Entrada: Sin Nombre (Novela) Capitulo 5

¡Hola a todos! Quiero recordaros, antes que nada, que el viernes subí el ultimo capitulo de "Los hombres de las rosas rojas", que parece que muchos no lo habeís visto. Por otro lado, comentaros que a este proyecto, le quedan dos capítulos más para terminar de subir lo que tengo y que agradecería con todo mi corazón que me dijerais si queréis que lo continué o si preferís que suba otra novela (Ya pondré una encuesta por aquí). Bueno, al rollo, aquí tenéis el anterior capitulo, por si quereís leer todos los demás: http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/02/14-entrada-sin-nombre-novela-capitulo-4.html
Espero que os guste esta nueva entrega.
La verdad es que ando un poco decaído con el tema del blog, pero bueno, serán rachas. No veo que esté teniendo mucha voz. También me esperaba algo así cuando pensé en subir estas cosas... Pero bueno, mejor os dejo ya con el capitulo (quien lo vaya a leer claro).
5
Pasaron dos días en los que lo único que hacía era atender a un par de consultas y tirarse en la cama todavía sorprendido de lo que había hecho. Ni si quiera sabía quién era esa chica pero pareció que le gustó su visita. Intentó reconstruir, algún esquema cognitivo que le brindara un puente entre lo que había pensado en  la cocina en ese momento y el arrebato de éxtasis que había tenido cuando vio el cuerpo de la chica que ni si quiera sabía su nombre. Esas voces casuales que solían decirle que se debía casar, se acallaron. Empezó a marcar como spam los emails de sus padres sobre solicitudes de noviazgo.  Ya le parecía absurdo todo eso. Ponerte a hablar con una persona por una red social para luego casarte, tirártela cuando tengas un apartamento familiar y seguir con tu vida mientras ves como dentro de los hijos que tú mismo ayudaste a crear, instalan mogollón de sistemas de educación con el fin de volverles eficientes. Todo era insulso.
Cuando no tenía nada más en lo que pensar, empezaba a pensar en la mujer. Le sonaba de algo, pero no sabía de qué. Nunca había ido a las reuniones de vecinos, siempre le había parecido una cosa de viejos y cotillas con el fin de poner algo de color en sus grises vidas. Así que la tenía que conocer de algo, pero no sabía de qué. Otra cosa que le venía a la cabeza, repentinamente, era que no se había usado ninguna medida para que no se quedará preñada. Esa idea empezó a meterse en su apartamento mental como si la estuvieran okupando. La mujer, podría querer estar embarazada para que luego pedir las cuentas a Robert. La mujer, podría incluso ser una madrona y vender lo que estaba incubando dentro suyo. Podría incluso, denunciarle por violación (aunque no fuera real, pero el hecho de que estuviera embarazada le daba una prueba bastante significativa de que se habían acostado si se hacia el análisis de ADN). Perdió muchas horas tumbado en la cama, sudando a horrores mientras daba vueltas y vueltas en su cabeza a este hecho. Estaba profundamente angustiado, hasta tal punto que decidió no hablarlo con absolutamente con nadie, simplemente, presa del pánico de que alguien conociera a la mujer y esta se pudiera en contacto con él.
Cuando terminaban sus ataques de excitación, se relajaba fumándose un cigarro y mirando si había alguna actualización en el sistema cognitivo para su profesión. Pero, era incapaz de ver si quiera algún anuncio o página que estuviera un poco subida de tono. La simple idea de hacerlo le hacía volver a echar aguas por toda su piel, inmerso en el terror.
Pensó que estaba sintiendo un trastorno paranoico pasajero. Aunque nunca había sido tan potente como esta (aunque él no podía ser objetivo). Esperó a que le llegaran al sistema ARV, para que dejara de tener esos pensamientos tan negativos. Sabía que si la AEP le pillaría con esa clase de “problemas” (como lo llamarían ellos) en su sistema emocional, le podrían dar de baja, o incluso, quitarle la licencia por vida- aparte de un programa regulador dentro de su sistema operativo mental-.
De todas formas, tuvo la suerte de que, antes de que toda esa idea delirante, que no le dejaba descansar tranquilo, aflorará completamente en su cerebro viniera el sistema ARV que pidió junto a un pack de cervezas que venían aparte. Abrió una de las latas mientras abría la caja de la consola y observó su interior. Dentro de un mar de corchos blancos, encontró un sistema de ARV nuevo pero que no era  el que había pedido por Internet. El casco, una cobertura de metal roja que era más grande que una media esfera, que llegaba hasta debajo de la nariz y empezaba en el cerebelo, tenía una barra dorada que surcaba toda la cáscara en horizontal. En ella, se veían impresas las palabras ARV System Premium, en una letra cursiva creada por hendiduras en la chapa. Se habían equivocado a la hora de empaquetar, porque en la factura ponía que era un sistema estándar. Esbozó una leve sonrisa, porque nunca se podría haber permitido esa clase de sistema ARV, el cual le brindaba la disponibilidad de entrar en áreas que todavía estaban en sistemas de beta durante, al menos los siguientes tres años. Decidió entonces, no reclamar. Se terminó la cerveza de un simple pero largo trago y se fue a conectar el sistema a su computadora. Conectó el sistema al puerto de conexiones externas y lo enchufó a su sistema mental por la clavija que tenía justo debajo del cerebelo. Tras los cincos minutos de configuración de software e instalación de drivers  tanto en el sistema operativo físico (el PC) como en el mental, Robert fue capaz de navegar en la red superior.
El tedio se desvaneció en la cabeza del hombre nada más conectarse con el servidor. Se olvidó por completo de todos sus problemas y de todas las cosas que le habían pasado a lo largo de la semana. La imagen de la mujer y su horroroso e incierto futuro se alejaron  de su cámara mental con una niebla gris y la ocupó la imagen de una ventana de virtual en la que debía meter la dirección en el buscador. Robert, ordenó, lanzando un imperativo mental a  su sistema de que le llevará a los Jardines Colgantes, un lugar que siempre le relajaba y que podría hacer una sesión privada para que estuviera solo sintiendo ese frescor y libertad virtual que le otorgaba el sistema de realidad virtual. Sin embargo, el sistema no le envió a la página indexada del marco servidor. En su lugar le llevó a una página totalmente vacía. El sentimiento de vaciedad era tan fuerte que Robert se sintió como si estuviera solo en la existencia. Mirase a donde mirase, el sistema ARV solo codificaba un simple color blanco que no suscitaba nada al psicólogo. “Será que la página no es compatible con la descodificación estándar del sistema ARV” pensó. Abrió la página de accesos rápi5dos y mando descodificar la página en un sistema de logaritmos más primitivos de una lista de opciones. Y cuando lo hizo, vio que estaba en un lugar que no eran los Jardines Colgantes. Ni si quiera había estado nunca en esa página. Y cuando observo aquella información que se colgaba en una pared virtual, llena de nombres de personas que aparecían en los ciberdiarios, y sobre eventos famosos a escala mundial, se quedó asombrado.
Salió al buscador general, pero ya era tarde, el sistema de lectura rápida que le brindaba su nuevo sistema ARV le había ayudado a almacenar la información de una manera increíblemente rápida. Cerró sesión y se desconectó, totalmente, del sistema. Sabía que lo acababa de ver era completamente ilegal, y que le iban a buscar. Su mente procesó las cosas tan rápido que sabía que había estado en una página del Gobierno. Había codificado una información valiosa y peligrosa para él. No sabía cómo salir de esta, si es que había alguna manera de solucionarlo, ya que borrar la información una vez  insertada en el sistema mental, era prácticamente imposible para la tecnología que se disponía.
El ordenador pitó avisándolo que había una reunión sobre un problema que había en el sistema del edificio de cable ARV.
            Robert pensó en que debería ir.

viernes, 4 de marzo de 2016

16º Entrada: Los hombres de las rosas rojas. Capitulo 4 (Novela)

¡Saludos a todos! Volvemos a la historia de los moteros llenos de venganza. El capitulo de hoy trata de Fred. Aquí teneís el capitulo anterior para que lo leáis, si es que no lo habéis leído, o para refrescaros la memoria. Un saludo a todos y muchas gracias por vuestro tiempo y vuestra atención.
http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/02/13-entrada-los-hombres-de-las-rosas.html
IV


Fred había llegado al hospital San Nicholas de Pensilvania en cuestión de media tarde. La herida se había abierto por el trayecto a cuenta del traqueteo del motor. La Harley fue manchada por la sangre de la entrepierna de Fred. 
Entró con su cojera a la clínica y le ofrecieron una camilla inmediatamente. Le dejaron en una habitación solo mientras una enfermera le ponía gasas en la entrepierna. Ahora que podía estar tranquilo, aprovechó el tiempo para idearse una buena historia:
- ¿Qué te ha pasado?-llegó por fin la inevitable pregunta. Fred no sabía que responder. Pero se las inventó para manera improvisada. 
- Se me ha disparado la pistola cuando estaba sacándola para las prácticas de tiro- dijo finalmente. La enfermera, puso cara de extrañeza. Tal vez, no se lo creía (puesto que la forma de la herida mostraba una trayectoria diferente del disparo) pero no dijo nada más salvo que el Doctor Elliot le vendría a ver enseguida, así que se dio por satisfecho. 
Tras unos escasos minutos, que Fred los sintió como siglos, vino el médico. Se trataba de un viejo de pelo gris y bien recortado, lleno de arrugas y con unos ojos de color azul azulejo:
-Bueno, vamos a ver esa herida- dijo con sequedad. Daba la impresión que lo hacía por obligación y no por ayudar al prójimo. Fred notó que no quería que estuviera en el hospital mucho tiempo. 
- Tiene una parte de la zona interior del muslo necrosada- recitó el bata blanca- le enviaré a un cirujano de…
- No me envíe a ningún otro lado, Doctor- defendió Fred- mire, ya he sufrido más heridas como esta. Si me envía a otro lado hay una posibilidad que, incluso, me amputen la pierna…
El médico se estremeció al oírlo y frunció el ceño:
- No quiero tener problemas con la autoridad- confesó.
Mire doctor…- miró la chapa que había en su pecho derecho- Eliot. Si coge mis vaqueros encontrará unos 10 mil dólares. Además, puedo asegurar que mi herida no tiene nada que ver con la policía.
Esta última mentira la hizo sin un apice que mostrara la farsa.
- Entonces, ¿Cómo se la ha hecho?
-¿Quiere el dinero o no?
- 20 mil…
-15 mil y me deja llamar a mi padre.
-Hecho, pero ponga el manos libres.
El Dr. Eliot llamó al número que Clame le dijo de memoria. Puso el manos libres y cuando respondieron a la llamada, una voz grave rasposa emergió en el aparato:
-¿Digame?
-Soy yo padre- he aquí el mensaje oculto que había entre los dos hombres para decir “no es seguro hablar”.
-Hola Fred, Allan ya me ha dicho que habías llamado- comentó el padre- dentro de un par de semanas estaré allí que tengo un lio en la oficina… ¿En qué hospital estas ingresado?
-En el San Nicholas. Por cierto, pillas dos billetes de ida, que volveré contigo.
-¡No veas lo que se va alegrar tu madre!
-Si, por eso voy. Dale un beso de mi parte. 
Tras esta recreación de una familia normal, ambos habían intercambiado una información encriptada que ni el doctor sospechaba. Fred e hijo, tenían una habilidad innata para mentir y actuar. Tal vez, la vida que habían adoptado les había impulsado a ser unos egocéntricos, mentirosos compulsivos, pero el caso era que se pasaban la vida burlándose de los demás consiguiendo todo lo que se proponían. 
Los siguientes días de Frederic fueron odiosos. Aborrecía quedarse más de una semana entre cuatro paredes. Esa inquietud fue una de las razones por las cuales se divorció de Hana y que se alejase de Anna. No lo podía evitar Fred era así de impulsivo.
Durante este periodo de Fred nació, al igual que Ray, una rosa rojiza, con un color tan vivo que las más potentes corneas gritarían a pleno pulmón: “Quítalo de mi vista”. Toda esa bella maleza, había sido engendrada desde que entró en casa del poli y le saliese el tiro por la culata. Ese capullo casi le dejaba sin órganos genitales. Además, ese hecho le había obligado a ir a la casa de su odiada exmujer, lo cual le reprochaba, como si fuera la madre de un adolescente rebelde. Y la guinda del pastel, la gota que colmaba el vaso, era que había perdido todo su dinero a cuenta del puñetero soborno del Dr. Eliot. Una abominación era lo que estaba creciendo dentro de Fred. El tallo se hizo más fuerte cuando le informaron que tenían que cortarle parte del muslo y que debería estar en rehabilitación.
Fred ya no solo quería matar al policía Ray McGinty, simplemente por el dinero, sino que quería matarlo porque le había destrozado su bello cuerpo. Todo aquel que le había hecho una cicatriz estaba ya en el otro barrio… te podrías imaginar lo que ocurriría si, a cuenta de un tío, se quedaría sin un trozo de cuádriceps. 
La rosa de la venganza floreció con su máximo explendor en el cálido y negro corazón de Fred.
Después de la operación  Fred ya no se sentía igual. Se sentía como un viejo lisiado. 
El día antes de que le dieran el alta, por fin, llegó su padre. Fred descubrió que había ganado un par de kilos y que, además, su pelo era más blanco. A pesar de ello tenía el mismo aspecto de siempre: una barba de dos días, con una chupa de cuero llena de parches. 
-Hijo mío, estas hecho mierda- saludo entre risas.
-Joder papa, no vas a cambiar nunca. Viejo carcamal.
-¿Has hecho el encargo? Cuéntame.
Fred bajo la mirada y se avergonzó de decirle a su padre “no”. En ese instante, su rosa creció aún más. 
-¿Cómo? ¿Qué ha ocurrido? Más vale que sepas donde se encuentra… ¿Sabes qué pasará si no muere ese cabrón? 
-Joder, ¡Pues claro que lo sé! El Señor C es uno de los mayores transportistas y proveedores de armas. No soy gilipollas, papa.
-Dime entonces que ha pasado. No te adjudique el trabajo por ser mi hijo, sino porque eres el mejor cuando se trata de acabar con alguien.
“Ya empezamos con la tocada de huevos de siempre…” pensó.
-Iba todo sobre ruedas ¿sabes? Estaba haciéndolo todo con la mayor normalidad… Llego al portal, subo al apartamento… Saco la Desert Eagle, la cargo, la quito el seguro… Observo que no hay nadie metiendo las putas narices donde no le llaman, pego un tiro al cerrojo y entro de una patada. En ese momento, me encuentro con una zorra mirándome como si estuviera flipando con mi llegada. La pego un tiro entre ceja y ceja, antes de que llamara a nadie. Me encuentro con el mamón. El muy capullo, ya tenía el revolver de poli más que preparado para dispararme… Menos mal que la bala iba directo a mi polla y no a mi cabeza.
Fred padre, se puso histérico:
-Me cago en la puta… ¿¡Te han seguido!?
-No lo sé, salí lo más rápido posible. En toda la semana no ha pasado la pasma por aquí.
- Tendré que mandar a otro tipo a matar a ese capullo… Seguramente a ti te estén buscando.
-¡Joder! ¡Déjamelo a mí! ¡Mira lo que me ha hecho! ¡Quiero matarlo con mis propias manos!
-Hijo mío, debes darte cuando tienes que dejar la faena… Mírate, estas hecho un condón usado y, encima, necesitas reposar…Además ya dijiste al tío Allan que ibas a volver a casa. Tenía ganas de verte.
Eso es verdad. De todas maneras, Fred quería ver muerto a Ray, sí o sí. En pocos segundos se le ocurrió que podía hacer: Volver a casa de su padre y luego escaparse a Nueva York.
-Está bien…- comentó a regañadientes.
-Así me gusta- le puso la mano encima de su cabeza y le acarició como si fuera un perro.
Esa misma tarde, llamarón a Allan para comentarle que Fredie volvía mañana a casa, pero nadie contesto, la voz automática de la operadora decía que había una avería en la línea. Se echaron unas risas pensando que se le había olvidado pagar la factura del teléfono.
Dos semanas después la dichosa noticia, la cual le había cabreado tanto todavía seguía siendo portada. Ese mismo día padre e hijo fueron al aeropuerto y llevaron el equipaje (como no, pagando más) la Harley de Fred.
La rabia de Fred crecía que por cada paso que daba, puesto que se encontraba lisiado. Una cachaba le acompañaba en cada paso que daba. 
Juro que, en cuanto se encontrará capaz, se cargaría a ese jodido pelirrojo.

lunes, 29 de febrero de 2016

14º Entrada: Sin nombre (Novela) Capitulo 4

Llegamos al cuarto capitulo ya, de mi trabajo de ciencia ficción distopica. La verdad es que me estoy quedando un tanto sorprendido, de que se vea más "Los hombres de las rosas rojas" que este proyecto (que tiene más miga, más mensaje... pero bueno). Como siempre, aquí tenéis el anterior capitulo para que podáis recapitular donde lo dejamos.
http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/02/11-entrada-sin-nombre-novela-capitulo-3.html
 Un saludo y muchas gracias por vuestro tiempo.
4
Clare despidió al desconocido de su apartamento individual. No sabía ni de donde había aparecido, pero le había venido genial para sacarse la pasta que necesitaba. Encendió la pantalla de su ordenador, y observó una ingente cantidad de mensajes de internautas que habían visto como se lo había tirado. Muchos de esos usuarios comentaban que se habían hecho “Una tremenda paja” y otros que se habían puesto muy cachondos y que iban a esperar a que viniera su mujer para hacerle todas esas cosas que habían visto en el video. La sesión le otorgó un millón de euros quitando la comisión de alojamiento web y representante etc.  Cerró la sesión de cámara y se fue a pegar una ducha.
Mientras se duchaba, recordó como lo bien que se lo pasaba en el edificio de Pornhome antes de que cerrará la empresa.  En esa época, se tiraba a todos los actores que había. Le encantaba eso. Sin embargo, ahora estaba intentando subsistir haciendo sesiones de cámara, que siempre habían sido viables en el negocio pero no te daban mucha fama. Sabía que el tío con el que se acababa de acostar era virgen, pero le daba igual. Hacía años que un hombre no le veía con esos ojos de tenerla más dura que un bloque de diamante.  La pierna le temblaba todavía y sentía mareos:
-Joder…- murmuró cuando salió a la ducha. Abrió uno de los cajones del lavabo y cogió una pastilla anticonceptiva. Tuvo suerte de que se pudiera llevar de la empresa un buen paquete de píldoras.  Se dispuso a comer mientras pensaba en cómo había pasado todas esas cosas y de la suerte que había tenido. Había ganado pasta y se la había tirado a un hombre. Eso no pasaba desde hacía ya varios años. Quería repetirlo. Si todo salía bien, y hacía una buena publicidad podría ser otra vez contratada en otra empresa y vivir en ese bacanal que era los edificios del porno. Además no era un negocio que perdiera nunca dinero, siempre había una buena renta.
Ella empezó a hacer sesiones lésbicas porque odiaba a los hombres. Cuando era pequeña, Clare sufrió un abuso infantil por parte de su padre que acabó en la prisión del Distrito Norte sección A-410. Pero, como decía ella, esto era así hasta que probó una polla. Después de aquel hecho, a la edad de los dieciocho años, el Gobierno paró de costearla su mantenimiento y ella tiró por sus contactos de redes sociales. Cuando cobró su primer sueldo se tatuó: “El infierno está vacío, los demonios están aquí”. Era de Shakespeare,  aunque ella lo desconocía. Fue la única vez que tuvo que coger un transporte. Aun recordaba lo sellado que estaba todo en el interior de esas cabinas grises y llenas de oxigeno de bombonas de oxígeno por las paredes. Tampoco tenía una mujer a la que seguir, ya que su madre murió en el parto.
A la tarde habló con su representante y le comentó que estaba en una situación muy peligrosa; en cualquier momento ese tío le podía denunciar por filtrar sus imágenes a la red y caerle, mínimo, dos años de condena. Clare, se sobresaltó asustada mientras el corazón le iba a una velocidad vertiginosa. La había liado parda. No sabía qué hacer.  Su representante, era frío con ella, porque tampoco era su plato fuerte; tenía, según él, a decenas de jóvenes más cachondas que ella y perderla en la cárcel no le suponía mucho. Así que tampoco hizo muchos esfuerzos para ayudar a Clare.
Decidió entonces, intentar saber quién era, con el fin de hablar con él antes de que las cosas se extendieran. Pero el caso era, que ni si quiera ella sabía de donde había salido ese tío. Todo había sido tan largo que ni si quiera sabía su nombre, solo que la había empotrado como un salvaje. Sin embargo, lo único que le ayudaba era que el hombre no llevase ningún indicio de traje especializado para salir a la calle y eso le hizo suponer que el hombre vivía en el mismo bloque individual.
A pesar de eso, tenía  un problema; no podía ir de puerta en puerta llamando. Los vecinos podrían ponerle una denuncia por escándalo público.   Y si además, las personas mayores del centro se darían cuenta de lo que había hecho, todo acabaría filtrándose por las redes sociales y su máscara- otorgada por  su nombre artístico de actriz porno- se rompería y toda su vida social (si es que, en esa vida, había un ápice de eso) se iría al garete.
Entonces, tras varios momentos de divagar asustada, dando vueltas alrededor de su pequeño apartamento, se le ocurrió; convocar en el foro una reunión urgente en la sala de juntas. Ella nunca había convocado una ni siquiera se había molestado en ir en una, pero era lo mejor que se le ocurría.
Hizo un post en el foro privado de la red del edificio y pidió que se bajara para hablar sobre un problema sobre las entradas de conexiones superiores (alegando que los sistemas ARVs estaban fallando cuando se le mandaba una dirección IP-cosa que era totalmente real-). La fecha más cercana que podía poner era dentro de tres días, así que eso es lo que hizo.

Mientras tanto, estuvo mordiéndose las uñas y mirando cosas en Internet, para poder pasar del tema. Hasta que se resolviera ese problema no iba a  tocarse el clítoris ni una sola vez para hombres que nunca se la iban a follar.

viernes, 26 de febrero de 2016

13º Entrada: Los hombres de las rosas rojas (novela) Capitulo 3

Volvemos a la historia de Ray y Fred. Hoy os traigo el tercer capitulo de mi proyecto más cinematográfico y lleno de acción. Espero que os guste :)
Como siempre, aquí tenéis el segundo capítulo de la obra. Y dentro de ese post, el primero.
Un saludo, que lo disfrutéis y muchas gracias por vuestro tiempo. 
Aquí para el segundo capitulo http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/02/10-entrada-los-hombres-de-las-rosas.html
III
Ray se encontraba en la cocina de su casa, tomándose un café junto a su bella mujer Amanda. Acababan de comer y comentaban inocentemente las noticias que aparecían en la anticuada televisión plana de su discreta y angosta cocina:
- ¿Tú crees que ha pasado hay arriba Ray?- preguntó la bella mujer morena con mechas rojizas.
-Yo que se cariño- dijo con sequedad- no soy un astrofísico o como se diga…
-Jo Ray, últimamente estas en otro planeta ¿Qué te pasa? ¿Ha ocurrido algo en comisaria?
Ray miró a su mujer, y la encontró más guapa que nunca. Aunque en ese momento, su comportamiento no lo reflejaba. Se arrepentiría de ello, pero Ray estaba sumido en los problemas del caso que estaba tratando… Junto a otro compañero, estaban desmantelando una empresa de armas que parecía que, gran parte de su capital, la recaudasen mediante unos sospechosos negocios por el suroeste del país. Había incluso espiado a uno de los contrabandistas, un tal, Frederic Clame, un conocido motorista en los bares de carretera, gracias a varios chats de moteros que había frecuentado en los últimos días.
- Será que mi cerebro viajaba con ellos- sonrió bromeando.
Se dio cuenta que Amanda no podía cargar con sus asuntos. Los asesinos en serie, el tráfico de drogas… todo ese licor corrosivo el cual se bañaba la ciudad de Nueva York- y, por supuesto, un policía local- no debería salpicar al delicado dulce que era Amanda. Ray, la protegía de todos los males, puesto que ella le enseñó que en la vida, aparte de dolor y paradoja, había también amor, dulzura y benevolencia. Todos los atributos humanos que Ray defendía, los veía reflejados, día a día en la cara de Amanda.
Sin embargo, parecía que el destino no quería que los asuntos se quedaran tras la puerta. Es más, a juicio de cualquier persona, se podría decir que el destino, ese mismo día, quiso que Ray sufriera como si fuera un perro vagabundo. Pues que ironía fue la de encontrarse, al mismísimo hombre que estaban espiando tirando con incontinente rabia la puerta de su casa. Amanda, se sobresaltó y miró hacía la puerta del apartamento… como recordaba Ray este suceso, recordaba hasta el más micro movimiento del rostro de su amante. Ojala fuera su rostro lo que le persiguiera, puesto que también recordó como su cabecita, conservada como un tesoro, era atravesada por una bala de 12,7 milímetros, la cual quedaba estampada en el azulejo de la habitación.
Sus ojos azules, no mostraban el brillo de la humanidad. Simplemente estaban ahí como si fueran dos agujeros hermosos, los cuales tenían uno no tan bonito entre ambos. La bala la había matado de una manera simple. Pero Ray, no estaba ahora mismo pensando en el leve sufrimiento de su querida… La flor de la rabia, roja y chillona floreció con tanta rapidez que le salió por la boca. Junto a ella, como si fuera una rosa le empezaron a atravesar miles y miles de espinas por su alma y empezó a llorar de dolor. Tanto, que despertó.
Gritó incluso despierto. Se llevó las manos a la cabeza y hasta que no se calmó por completo, no pudo empezar a preguntarse donde se encontraba- puesto lo último que recordaba era el bar en llamas-. El entorno le era tan familiar que incluso le entró nostalgia. Desde que dejo su pueblo- si es que a un convoy de caravanas se podría llamar pueblo- que no estaba en uno de esos cacharros metálicos. 
Observó más su alrededor y se encontró que todo el suelo estaba lleno de sangre, probablemente suya, aparte que notó que se encontraba lleno de vendas. Encima de la mesa, un pollo a medio comer que no es que tuviera una pinta suculenta y al lado de su cuerpo un libro empapado de sangre. Ray lo cogió con sus manos y se lo acerco a la cara, tenía curiosidad de saber qué libro era. En la portada solo había una cruz pintada en dorado, la cual estaba algo desgastada. Tiró el libro con desdén y decidió levantarse. Desgraciadamente, le empezó a doler la espalda y se acordó del perdigón que se había tragado cuando había saltado por la puerta del antro. De todas maneras, se tenía que levantar, puesto que temía que se fuera a encontrar cualquier otro peligro- una cosa normal desde que llego al sur del país-. Comenzó a andar con la mayor cautela posible y se llenó todo los pies de sangre. Que fuera su propia sangre hacia que no le diera tanto asco andar por ahí. De todas maneras, el hombre se asustó mucho cuando pasó por un armario y vio recostado en una de las paredes una escopeta Winchester. En ese momento, Ray temió por su vida, pensando que estaba en la caravana del tabernero. Luego, comenzó a usar un poco la lógica, y se percató de que, si ese hombre seguiría vivo debería estar ingresado, puesto que la absenta prendía como si fuera gasolina. Entonces, ¿Cómo había llegado a ese montículo? Y si no fuera así ¿Quién le había traído? Cogió el arma por si acaso y la cargó. Abrió la puerta y empezó a bajar las escaleras de metal. Las pisadas del pelirrojo resonaron en los peldaños de aluminio y como consecuencia, una voz aguada y acaramelada sonó:
-¡Hola! ¡Vaya te has levantado! ¿Qué tal te encuentras?
Ray alzó la mirada y se quedó petrificado. Una mujer, que rondaría su edad, le estaba mirando con sus ojos azules con impactos verdes. Su cabello era corto y de color castaño claro, hacía mucho tiempo que no veía una chica con un pelo corto, como cuando era un crio. Tenía una bella silueta llena de curvas, pero no en exceso, el cual lo tapaba con un vestido de una pieza verde con flores amarillas. Sin embargo, lo que dejo de piedra a Ray, no eran sus atributos físicos-que no eran para nada escasos- si no su rostro sonriente. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Casi ya 3 semanas? Desconocía ya cuanto tiempo había pasado sin que un ser humano no le quisiera quitar la vida y que además sonriera inocentemente. Pensó que estaba soñando. Cuando estas con insomnio no reconoces que es real y que es solo un simple sueño, todo lo ves con la misma nitidez. 
Ray se avergonzó de estar con el arma en alto y sus brazos cedieron, haciendo que el metal chocase con la arena del desierto:
-Si…- dijo colorido. 
Hubo un silencio que Ray lo clasificó como incómodo. Ray no sabía que contestar, no sabía si quiera si estaba soñando o no, todo le parecía tan onírico, nostálgico y sin ningún ápice de violencia que le parecía irreal. Se iluminó en él el gesto de educación que era haberle ayudado:
- Gracias por tráeme a tu… hogar- no sabía cómo llamar al trasto. 
-Es lo que nos enseñó el Señor. 
Puso una cara de rareza. Desde que perdió a su padre Ray había empezado a odiar a la religión. De todos modos, tenía que haberse dando cuenta de las creencias de la chica por varias minucias: la biblia que se había encontrado nada más despertarse, la inocencia ignorante y fértil que solo afloraba en los seguidores de lo astral… Intentó ocultar su posición de ateo:
-Me llamo Ray McGinty- dijo finalmente.
-Yo Clare- le ofreció una sonrisa.
Ray se quedó un poco desconcertado. ¿Clare y que más? Tampoco le dio mucha importancia, no le interesaba el apellido. Total, con el nombre ya tenía algún modo para dirigirse a ella. Se intentó poner recto pero, al hacerlo la espalda le dio un latigazo:
-Deberías descansar- comento la muchacha.
-¿Cómo me has extraído la bala?
-Fue muy complicado, en la espalda cuesta maniobrar.
Le extraño que usara la palabra “maniobrar” ¿Acaso la bala estaba muy metida para adentro? Sea como fuera, lo debía pasarlo por alto si lo que pretendía él era descansar allí. Necesitaba un cigarro. Se buscó en los harapos su paquete pero lo halló aplastado. Seguramente se había dormido encima de él. Maldijo su desdicha de nuevo. También se dio cuenta de que estaba hambriento, y que había perdido el cipo. Debido a ello, sintió la necesidad de ir a una gasolinera y comprar comida y tabaco: 
-Voy a comprar. ¿Necesitas algo?- preguntó Ray como gesto de educación.
-Mejor que no vayas Ray. Estas muy lastimado. Dime que quieres y te lo compro yo- ordenó Clare. Las palabras de Clame resonaron en Ray como una orden maternal. Una orden llena de cariño y preocupación por el bienestar del hombre.
-Tabaco y algo para comer. 
-¿Malboro?
-¿Cómo lo has sabido?
-No sé, lo he supuesto.
- Bueno, voy a intentar dormir…
- ¡Vale! ¡Qué descanses!- una sonrisa de amabilidad apareció en su rostro. Ray sintió como su aflorada rosa roja disminuía.
Ray subió las dos escaleras de metal y entró en la caravana ¿Quería dormir o, simplemente, quería volver a ver a Amanda? Tal vez, necesitaba volver a ver a su icono, a su cruz, la que le daba fuerzas para creer que había benevolencia y amor en la humanidad.
Se tumbó en la cama y cerró los ojos. Ni siquiera sabía qué hora ni qué día de la semana era. Solo sabía cuáles eran sus objetivos: dormir y matar a Clame.

miércoles, 24 de febrero de 2016

12º Entrada: Equilibrio (Poema)

Nombre: Equilibrio
Genero: Poema.
Fecha: 2016 (a principios de Febrero más o menos).
------
Caminando sobre la cuerda de un trapecista.
Luchando en sostener mi equilibrio mental:
Intentando sacar el jugo a las nueces,
intentando buscar la vitalidad  en la necedad,
o
caerme en la lluvia lógica
que se amontona en ríos de aislamiento
y en termina en el tedioso océano de soledad.

-Deberías pedir ayuda, decir lo que sientes.

¿Para qué hablar?
Si nadie quiere oír tu mente,
tu opinión,
tu interés.
Solo codifican esos huecos cerebros
lo que quieren escuchar.

-Deberías escuchar los consejos de los demás,

te ayudarían mucho.
¿Para qué escuchar?
Si esa vaciedad cerebral hace que las voces se repitan,
como la más vacua de las cavernas paleolíticas.
Si para poder escuchar ese eco, necio y repetitivo,
si para poder escuchar lo de siempre, lo de todos los días,
primero, uno tiene que bostezar.

Me quedaría en la cuerda, si no fuera porque es un fino filo;

una hoja que cuanto más estas más se enrojece.
Pero, hay estoy:
Entre volverme loco por la necedad, por la hipocresía, lo estúpido, por lo humano,
entre apuñalarme con el aburrimiento, el tedio, la apatía, por la rutina vital,
entre volarme la cabeza por lo absurdo, lo irracional, por lo tremendamente real de la Humanidad
o
en escapar en libros de papel
que crean finos momentos de ilusión,
en encerrarme en un circulo de botellas
que actúan como barrotes verdes de una prisión.

Llevo cientos de años avisado por Newton de que me voy a caer.

Nadie sabe hacia que lado del suelo ira mi vida.
El equilibrio no es eterno.