viernes, 11 de marzo de 2016

18º Entrada: Los hombres de las rosas rojas. Capitulo 5 (novela)

Bueno chicos, a este proyecto le quedan este y otro capitulo más. Los tengo escritos a mano los demás. Si quereís los puedo ir subiendo (con el debido tiempo). Aquí teneís el anterior capitulo, como siempre: http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/03/16-entrada-los-hombres-de-las-rosas.html
Un saludo y espero que os guste. Muchas gracias por vuestro tiempo y vuestra atención.
PD: Voy a modificar la encuesta. Atentos a los que queraís participar. Si estaís en el movil no saldrá a no ser que le deis: "Ver versión de ordenador" o como se llame.
V
Amanda no había salido esta vez. Solo un supermercado. Un supermercado de carretera, normal y corriente. Todo estaba tan difuminaba que pensaba que estaba borracho. Las personas que había dentro hablaban pero Ray no entendía lo que decían, puesto que las voces parecían leves susurros de lenguas desconocidas. Solo pudo recordar algo lo cual le llevó al recuerdo de su amada de nuevo: en un periódico aparecía, en la portada misma, la noticia que estaban comentado en sus últimos momentos juntos. Todo lo demás lo veía en un espejo cóncavo y distorsionado. Distinguió el ruido del cajero y el tintineo de los centavos al chocar pero nada más. Luego el cerrar de una puerta.
Finalmente, un ruido, el cual le recordó al maniaco de la Winchester, le despertó de su extraño sueño. Abrió los ojos, un hombre barbudo y con melena le estaba apuntando a Ray con la escopeta. Se sobresaltó:
-Largo de aquí- dijo. Llevaba un chaleco de motero y apestaba a sudor y a whisky.
-¿Por qué?- gruñó Ray poniéndose a la defensiva.
-Esto es mío.
Ray estaba seguro que eso no era cierto y, esa incertidumbre, hizo que le diera una patada a la culata de la escopeta. El hombre, reaccionó al golpe disparando y abrió un boquete en la madera justo arriba de la cabeza de Ray.
Se levantó, cuando la vida está en peligro el cuerpo de Ray reaccionaba tan rápido como si no estuviera pasando nada. Con un fugaz movimiento de brazos, logró ponerle la boca de la escopeta en su barbilla:
-¿Conoces a Clame?- Ray estaba tan cerca de su boca que notó como el aliento del desconocido apestaba a alcohol, no contestaba e insistió-  ¿¡Lo conoces!? ¡Contéstame o te vuelo la cabeza!
-Sí, si le conozco…
-Llévame a donde él.
-Pero…
-¡Que me lleves a donde él o pinto la caravana de sesos!
Se montaron en la chopper, Ray se sorprendió al verla al verla detrás de la caravana. Seguramente Clare la uso para llevarle hasta allí. Mientras estaban en la moto, Ray, que se encontraba detrás, seguía apuntándole con el arma con una mano:
-¿En serio?- comentó nada más darse cuenta de cómo se encontraba su pasajero- ¿Es que te importa una mierda que a cuenta de que me mates te estrelles?
-Sí.
No tardaron mucho en llegar. El local estaría alrededor de veinte kilómetros. Se trataba de un taller mecánico donde también había un bar. En su fachada se encontraba el apellido “Clame” en letras rojas y grandes. No había ningún vehículo en el aparcamiento ni en el taller, que se encontraba cerrado. Ray supuso que el taller era una tapadera para, vete a saber tú que negocios. Sintió el escalofrió al imaginarse como le habían asignado a Fred el homicidio de Amanda y el suyo. Sin embargo, el ver que no había ni Dios en los alrededores le deprimió. Supuso que todavía no se iba a encontrar allí (el Sol ya se posaba en el horizonte anaranjado del desierto).
Ray comprendió que quedarse allí sería un suicidio: en este lugar Clame estaría rodeado de sus amigos y mandados y, seguramente, lo defendieron a muerte. Se le bajo un poco el malhumor. Se sintió infantil por no haber pensado en la tontería que hubiera hecho yendo allí. Podría haber muerto en vano:
-Bueno, no hay nadie- rompió el silencio el hombre desconocido.
Por ese comentario, reparó en él. Ray pensó que ya que estaba allí, por lo menos, algo podría hacer. Puso la escopeta en alto y le apuntó:
-Joder… ¿Y ahora qué coño quieres?- dijo con un tono totalmente normal, como si estuviera relajado.
-Vas a dejarle un mensaje a Clame.
-Bien, dispara.
Y así lo hizo.
Desgraciadamente para Ray, se puso demasiado cerca y se empapó de sangre y sesos toda su cara. Tampoco se enteró de que estaba tan manchado de tantas vísceras. El insomnio de Ray actuaba como aislante entre él y el resto del mundo. Ese aislante era tan potente que hizo que no tuviera reparos en registrar el cuerpo del recién asesinado hombre. Se encontró con una navaja automática, un llavero con diferentes llaves y una petaca (que debido al olor la identifico como whisky).
Cogió, además, la sangre del suelo y se manchó la mano. Se acercó a la pared y escribió al lado de la palabra “Clame”; “You are better dead”.
Abrió la navaja, se agarró un mechón de pelo, lo cortó y lo tiro encima del cuerpo.
Pronto, la noche iba a caer y Ray temía que Clame y sus amigos volvieran al local a tomar algo. Tenía que irse ya. Se puso la escopeta entre la chupa y la camisa de tirantes, lo cual aguantaba a duras penas.
En pocos segundos, tras ponerse el casco, el marcador de la moto marcaba los ciento ochenta kilómetros a la hora. El edificio, junto al sol,  se hacía cada vez más y más pequeños. De pronto Ray, oyó un estruendo desde el lugar que estaba abandonando. Se sorprendió tanto que tuvo la suerte de no caerse de la moto del susto. Sin embargo, el temor creció en Ray cuando observó que había motos acercándose a su posición. Así que, aceleró como nunca había hecho. Su cuerpo volvió a estar tenso y la jaqueca de no dormir se apoderaba de su atormentada cabeza. En Ray, floreció la flor primitiva de la supervivencia. Esa flor estaba siendo alimentada por aquella rojiza rosa que tanto ocupaba en su mente.
Corrió como jamás había corrido en su vida.  Se dio cuenta de lo irónico que era que él se saltara las leyes de tráfico… Las veces que de novato había escrito recetas por exceso de velocidad. Su cuerpo estaba duro. Parecía una estatua esculpida en roca color carne.
Pasó de largo de la caravana sin darse cuenta. Estuvo como una media hora situándose para encontrar de nuevo el camino de su refugio. Paró la chopper y empezó a buscar detrás de los dunas y por el horizonte de aquel enorme desierto:
-Ray, esta hay la caravana- oyó la voz de Clare en la lejanía, la voz resonó en su mente.
Alla, donde el sol se escondía entre las lejanas montañas de arena, distinguió una mancha. No sabía por qué, pero sabía que Clare y la caravana le estaba esperando en ese punto oscuro del oeste.
Se subió a la moto y fue hacia allí. Poco a poco, su cuerpo empezó a cambiar de material y se volvió carne humana. La voz de Clare disolvía la rabia y el nerviosismo de Ray. No es que se había enamorado de ella, ni más lejos si no que traía siempre recuerdos. Recuerdos de cuando era un niño inocente, en los que lo único que preocupaba era donde estaba la pelota con la que estaba jugando. Sin embargo, la primera impresión de Clare, en la que le curo las heridas y le ofreció cobijo, era muy buena. Le parecía una persona completamente moral. Tenía ganas de conocerla mejor, aunque tenía la sensación de que le conocía de sobra.
Llego en poco tiempo. Cuando bajo del vehículo, empezó a dolerle la espalda de nuevo.
La tensión le había abierto los puntos de sutura improvisados que le había hecho la mujer.
Cuando empezó a poner los pies sobre la arena y Clare le vio con más claridad, fue corriendo hacia él.
-¿¡Qué te ha pasado!?- emitió ese mensaje como si fuera un grito de angustia.
Llego y le toco suavemente la cara y la preocupación se desdibujo del rostro de ella. En los verdes ojos de Clare se podía  observar como una flor rojiza crecía, débil y apagada.
-Esta sangre no es tuya…
-No- confesó Ray avergonzado, apartando la mirada hacia el suelo.
-¿Qué ha pasado? Quiero que me lo cuentes.
-He matado a un motorista.
-¿¡Por qué lo has hecho!?
-Porque era amigo de Clame.
-La ira no es un buen pastor. Te lleva por el camino incorrecto.
-No me hables como si fueses un cura, Clare.
-No Ray… te salve de que te consumieran las llamas para protegerte y para volver a ponerte en el buen camino…
- Clare, corta el rollo ¿Vale? Creo que no eres nadie para decirme que debo hacer y que no, además, ¡Tengo que matar a Clame!
Las lágrimas brotaron por la cara de Clare y, entonces fue ella la que miro al suelo sin saber que decir:
-Hay un acuífero a unos pasos de aquí. Vete a lavarte.
- Clare…
-Déjame en paz. Me voy a la caravana. Tienes la compra encima de la mesa. Buenas noches.
Ray se sintió descorazonado. Esa tranquilidad y felicidad que le daba Clare se estaba escondiendo como el sol en ese preciso instante.

Se fue a la laguna a limpiarse y aunque, el agua era limpia se seguía sintiendo sucio. ¿Acaso Clare le había despertado la moral al acabado y destrozado cuerpo del expolicia?

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