viernes, 19 de febrero de 2016

10º Entrada: Los hombres de las rosas rojas (Novela, 2º Capitulo)

Aquí tenéis el primer capitulo: http://productosdelanecedad.blogspot.com.es/2016/02/6-entrada-los-hombres-de-las-rosas.html
Esta novela, se centra en dos personajes, así que en el capitulo 2, leeréis la historia de un segundo personaje. Este personaje lo cree partiendo de un cuadro clínico antisocial, aunque es mucho más impulsivo que gran parte de los psicópatas.  
Sin más dilación, espero que lo disfrutéis. Gracias por leer. 
II

- ¡Joder Fredie te has lucido!- exclamó el muchacho mientras pegaba puñetazos al volante de su Dodge- ya sabía yo que el puto cliente me la estaba jugando… 100 de los grandes por matar a un madero de Brooklyn y a la puta de su esposa…. ¡Joder! Si el muy cabrón casi me mata a mí.
Poco a poco, Fred, comenzó a calmarse y a usar un poco la razón. De esta manera, se dio cuenta que por la zona en la que estaba ahora mismo circulando siempre rondaba algún que otro coche de la pasma, y eso, con un agujero en casi los mismísimos huevos, no le convenía nada. 
Puso la radio del coche, pensó que tal vez, mataría a su flor del nerviosismo echando a su fértil mente un poco de sal con actualidad. Condujo sumido en la voz de la presentadora de los informativos:
“Todavía la NASA no ha encontrado ningún rastro de la nave Ares II que alunizó en el satélite Fobos, el pasado sábado”.
Más que sal, esta clase de información era un fertilizante para Fredie ¿A él y al resto del planeta que más le daba lo que estaba pasando hay arriba? Le hubiera molestado menos, en ese preciso instante, que estallará la III Guerra Mundial antes de saber que una panda de pirados astronautas que se habían desintegrado en la más y oscura profunda nada:
“Ahora emitiremos unas palabras por parte de la madre del joven Leonard Greenter que ha…” 
-Joder- ya estaba hasta los cojones- ¡Que eso me importa una puta mierda!
Fred empezó a mover el dial de la radio para cambiar de emisora. Sin embargo, lo único que consiguió fue sacarlo del eje:
-¡No me jodas! ¡No me jodas!
O la percepción de Fred le quería tocarle más los casi sangrantes huevos o además es que había subido el volumen del aparato. Ahora la voz de una vieja chocha le estaba contando la vida de un muerto entre lágrimas. Desquiciado, empezó a meterle patadas a la radio para a ver si se callaba. Pero no, la carcamal seguía y seguía, con la tragedia de haber perdido al hijito de su alma.
De pronto, una fuerza sacudió todo su cuerpo y su cabeza fue a parar a una almohada que apareció, por arte de la mágica ingeniería del automóvil, delante suyo. A pesar del gran golpe que se había metido, el hombre esbozó un grito, que seguramente le oyó hasta al quien iba dirigido:
-¡Me cago en Dios!
Salió del coche y observo con que choco. Al menos fue un árbol de la avenida y no otro coche; Fred no podría verse otra vez con la ley. Arrancó con la fuerza que le quedaba las dos matriculas del carro, así sería más costoso que reconocieran el vehículo como el suyo y tenía ganarse un tiempo de no tener que pagar un sablazo de multa. 
Sin embargo, a pesar de andar cojeando y desangrándose pronto se dio cuenta de donde se encontraba: la casa de Hana pillaba cerca. Seguramente, su subconsciente le llevo a casa de la dichosa mujer la cual le había quitado todo excepto ese precioso trozo de metal que en ese mismo momento estaba dando un beso a un abeto. De todas maneras, al accidentado hombre no le quedaba más en toda la manzana podrida de Nueva York que la arpía de su exmujer. Solo la heladora Hana Carpenter podría ayudarle, aunque fuera por mera solidaridad humana, o, dicho de una manera más realista, por pena. 
Solo necesitaba llegar al estado de Pensilvania, curarse un poco la herida y hacer un par de llamadas y la dejaría en paz, como si se muriese. Llego cojeando y sangrando hasta la puerta de la casa de la mujer. Dejó gotas de sangre por el césped descuidado del jardín y llamó a la puerta mediante el timbre. Una mujer de pelo largo negro recogido en un moño improvisado, sin maquillaje y con albornoz abrió la puerta:
-¡¿Qué coño haces aquí?!- se sobresaltó nada más verle, luego, al ver sus desastrosas pintas agrego- ¡¿Y qué te ha pasado?!
Entre los leves suspiros de dolor de Fred se pudo diferenciar una frase de manera entrecortada:
-Hana, déjame entrar y te lo cuento todo… Aghh ¡Ahora! Pero en serio… si nos quedamos hablando aquí no va a ser bueno para ninguno de los dos. 
-Pero…
-¡Que me dejes entrar, hostias!- la aparto fuertemente y entró. Se tiró en el sofá de felpa y espero a que Hana viniera indignada a verle: 
-¿Sabes que si George te ve estamos los dos acabados verdad? Además, Anna estará al caer.
Fred mostró una leve sonrisa en el momento que oyó el nombre de su hija:
- Perfecto así tendremos una conversación padre e hija.
- No, no la habrá.
-¿Cómo has dicho?
- Fred, tienes, exactamente,- se miró al reloj de muñeca- quince minutos para curarte eso y si quieres te dejo utilizar el teléfono. Pero te tienes que ir antes de que vengan.
Quiso discutirlo pero el tiempo corría para el malherido hombre. Murmurando malhumorado fue al botiquín, se quitó la bala con dolor y se vendó la zona dañada. Aun cojeando, fue hacia la entrada y cogió unas llaves de la caja donde se guardaban todas. Sin embargo, para sorpresa de Fred, Hana le encontró in fraganti husmeando:
-¿Se puede saber que estás buscando?
-El teléfono… ¿Dónde cojones habéis puesto el teléfono ahora?
- En la cocina Fred, siempre ha estado allí- comentó aquello con un aire de recochineo, como si cuestionara su inteligencia. 
Fred se apresuró a sacar la tarjeta con el número del cliente de su cazadora:
-Señor C, soy Fred. El contrato ha terminado… Si, la mujer también está muerta… No, no he podido sacar una foto al cadáver, no tenía batería en el mo… ¿Cómo? Ni siquiera me va a dar la mitad del salario por haber eliminado a uno de los objetivos… Ya sé que el hombre era el objetivo principal pero… Joder, está bien, pero deme dinero por adelantado, el mamonazo me ha pegado un tiro y estoy malherido… Estese tranquilo, para un par de meses el poli estará con su mujer. 
Colgó el teléfono de malhumor; odiaba negociar con los clientes. De todas maneras, ejecutó otra llamada, esta vez a Nuevo México: 
- ¡¿Qué pasa tío Alan?! ¡Maldito lunático de la Winchester! ¿Oye, sabes dónde anda papa?... Aja, dile que me estaré hospedando en un hospital en Pensylvania, que se lo diré con mayor exactitud luego, y que, en cuanto me recuperé iré para allí ¡Como en los viejos tiempos!
Esta vez, colgó el teléfono más suavemente, se notaba que le había gustado hablar con ese familiar. Posó su mirada en la mujer que estaba impaciente de que se fuera:
- Bien, ya tienes todo ¿no? Pues venga fue…
- Dile a Anna de mi parte que…
- No le voy a decir nada de tu parte.
-No me jodas Hana. Que es mi hija.
- Me importa una mierda que sea fruto de tu esperma. George se ha preocupado más que tú de ella. Para ella, él es su padre.
- No entiendo como estas con el meapilas ese.
- ¿y a ti que te importa? ¿Cuándo te ha importado más mi vida o la de tu hija que la tuya? ¡vete ya!
-Siempre igual contigo, Hana. Mira… que te den por culo, si es que George es el que da en la relación.
Le pego tal tortazo que se calló:
-Bueno, me piro- pronunció finalmente mientras abría la puerta. Cuando quedaban escasos centímetros para que la puerta se cerrara Fred agrego- Por cierto, gracias por devolverme la Harley, cariño.
Bajo el ruido famoso de la moto se oía el grito apagado de Hana:
-¡Hijo de puta!

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